lunes, 30 de abril de 2018

UN CADÁVER IDEAL


"El libro que hoy presentamos probablemente sea uno de los mejores ejemplos de esta vertiente poética"

Por: Idiel García Romero (Escritor y director de Sed de Belleza).

En los últimos tiempos hemos visto asomar a las puertas de la poesía un discurso agresivo, provocador, violento, doloroso, crítico, que muchas veces renuncia a la música del verso para mostrar el golpe corcoveante de la existencia. La poesía de estos poetas, no se propone ya solamente representar y criticar la existencia o la sociedad sino, creo yo, que por momentos pretende abofetearte con ella, golpearte, hacerte despertar del sueño zombi en el que buena parte de los ciudadanos se encuentra sumergido hasta casi la puñetera nariz. A esta poesía se me ocurrió darle un nombre para mí, quizás en una necesidad de explicármela a mí mismo, es un nombre sencillo que no pretende convertirse en una etiqueta, aunque es posible que una etiqueta les serviría de márquetin a todos. Ese nombre es hiperrealismo crítico.

El libro que hoy presentamos probablemente sea uno de los mejores ejemplos de esta vertiente poética. Como el hiperrealismo pictórico, ese movimiento surgido en los Estados Unidos a fines de los años 60, hay en esta poesía una búsqueda constante de representarnos una realidad cada vez más fiel, cada vez más cercana a la vida viva, es decir, que por momentos parecería que esta poesía en lugar de mostrar, aludir a la vida mediante símbolos o representaciones, busca erigirse en una realidad dramática equivalente a la otra, de modo que se instaura una especie de suplantación de la realidad. Aunque claro está, no renuncia al carácter simbolista del poema.

 
"Un cadáver ideal, de Jorge Labañino Legrá, alias El Puro, poeta de Contramaestre, pertenece a ese tipo de texto y puede tenerse como un ejemplo paradigmático"

Esta vertiente, y especialmente Un cadáver ideal, de Jorge Labañino Legrá, alias El Puro, poeta de Contramaestre, pertenece a ese tipo de texto y puede tenerse como un ejemplo paradigmático. La poesía se desnuda en gran medida de su andamiaje tropológico, como si metáforas, símiles, metonimias, sinécdoques y otros recursos fueran obstáculos en la recreación de esa realidad. Aunque su escritura no es nunca llana ni chata, sino simplemente desnuda de excesos, porque sí que es posible encontrar en ella metáforas, símiles etc. Solo que utilizados con mesura y con una marcada intención: la de hacer que la realidad nos parezca realmente viva en el poema, cuando se alude al dolor, el poema tiene que doler, cuando hay golpe, tiene que golpear, cuando hay sangre, la sangre tiene que brotar del libro. Cuando hay putrefacción, el mal olor tiene que sentirse y dominar. De ahí que la atmósfera sea determinante.

Aunque pareciera que muchas veces se trata de poetas que no dominan las formas más musicales del poema, y que los ritmos sean arrítmicos, como son en su mayoría, en los buenos poetas de esta vertiente, como es el caso de Labañino, no se trata de una carencia de oído, porque oído le sobra, ya que se trata de alguien que además de poeta es músico, y que en sus textos narrativos desarrolla una prosa de gran musicalidad y tono pertinente. Por lo tanto, podemos hablar de otra de sus renuncias, al poeta no le interesa que su poema sea musical, sino que se desprende de la música como si esta fuera la enajenación de la idea poética. La música sirve para distraer, entretener (hablo de una de las perversiones del arte, pues cuando se convierte en un modo de distracción es enajenante). 

También destaca en este libro de Legrá su construcción progresiva, donde los poemas son integraciones de un todo mayor, partes de un relato y no textos que puedan ser expropiados al libro. En ese relato mayor que es el libro en su totalidad, es posible encontrar personajes que dominan como los personajes protagónicos de una novela, como es el caso de Anselmo, o personajes secundarios que participan como piezas del gran relato, como es el caso de Faílde. Es evidente que Legrá no solo es un gran lector de poesía, sino que me atrevo a arriesgar que los es todavía más de la narrativa y de la literatura de pensamiento, pues el otro rasgo determinante de este libro es su profundidad de pensamiento. El poema como maquinaria reveladora de verdad.

"¿Qué pretendía El Puro cuando tituló a este libro Un cadáver ideal?"

¿Qué pretendía El Puro cuando tituló a este libro Un cadáver ideal? ¿Acaso se refería a un tipo específico de muerto, de cadáver, al que todos deberíamos aspirar como fin último de nuestras vidas o si en su lugar quería hablarnos de una muerte simbólica a la que todos nosotros hemos entrado? Tal vez no era eso. Tal vez se refería a la muerte de un tiempo soñado, de un anhelo, o es posible, de un ideal. Quizás solo pretendía despertarnos. Lo cierto es que la elección del título es también hiperrealista, un cadáver es algo que siempre duele y golpea. Este hiperrealismo crítico de Legrá no solo es un dispositivo de altísima fidelidad poética sino también una lectura crítica de la realidad, un mecanismo no para transmitir sabiduría, sino para alcanzarla. 

Lo cierto es que ese cadáver al que se alude no muere de muerte natural, sino que es el resultado de un lento pero meticuloso asesinato, y lo siguiente de lo que podemos estar seguros es de que el muerto era inocente. Ese cadáver podría ser el tuyo o el mío. Pero eso carece por completo de relevancia, porque lo que verdaderamente importa es que puede resucitar en la poesía.

Fotos: Didier Cruz.  


OTRO MANIFIESTO: 

POEMA PUBLICADO EN "UN CADÁVER IDEAL" DE JORGE L. LEGRÁ (PURO) PÁG 52.


Si bajas el brazo no lo vuelvas a subir
La calle está al rojo vivo y te oscurecen de un pestazo.
Y si te dicen grita
Grita
Si te dicen calla
Calla
no juegues con la jama de tus hijos, no juegues con el salario ideológico, esos teléfonos no te pierden voz ni pisada.
Por tu madre deja que sean piedras y porrazos quienes hablen
Mira a Faílde
mira como lo dejaron.
Te lo digo
Si bajas el brazo no lo vuelvas a subir
La calle está de plomo y te oscurecen de un pestañazo.

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